martes, 15 de septiembre de 2015

¿Cómo llegó la Pingüina?

Los parques de diversiones son lugares donde todo puede pasar, tanto bueno como malo. Ese es el meollo en la historia una pingüino que conocí en uno de esos parques. Yo tenía 3 años menos que ahora, y ese día era especial.  Mi entonces aún no novio me llevó a un festival de terror que se iba a realizar en dicho parque. Antes de que comenzara a oscurecer subimos a varios y juegos y también entramos a la zona de juegos de azar, a ver si conseguíamos algo. Es ahí donde comienza el relato.
Ella era muy dulce, bueno, sigue siendo, sólo que en ese entonces no conocía a nadie más que los demás pingüinos que compartían aparador con ella. Para su desgracia, todos se tomaban muy en serio su papel de muñecos y no hablaban entre ellos. La pequeña aún sin nombre, sólo quería tener a alguien con quien poder platicar.
Es de comprenderse que todos necesitemos alguien con quien poder intercambiar palabras, más siendo un ser mágico con enormes ojos y relleno felposo. Se sentía muy triste y no podía decir ni hacer nada para cambiarlo, sólo podía esperar. Los niños lo saben, pero seguramente tú no: un muñeco sólo puede moverse después de que alguien los tome bajo su cuidado, así es, aunque ellos pueden pensar, imaginar, soñar, algunos incluso hablar muy bajito, no pueden moverse y eso es algo que los estresa demasiado.
Bueno, la cosa es que ella estaba en uno de los juegos a los que fuimos. Como era un juego que me gustaba, no tuve problema en ganar, pero ahora venía la parte tardada: elegir el premio. Había changos, bananas con rastas, perritos, aves, conejos y de más, pero entre todos ellos, como era de esperarse, me dirigí a los pingüinos sin dudarlo. No sabía a quién elegir, aunque todos estaban hecho bajo el mismo patrón, no tenían la misma mirada.
Había uno que estaba irradiando alegría, me vi tentada a tomarlo… hasta que la vi. Estaba rodeada de los demás pingüinos, pero no se veía como ellos, no se veía feliz, a pesar de tener esos enormes ojos lilas que combinaban con sus patitas y aletitas. Ella necesitaba un abrazo, así que ella fue la elegida. Cuando la bajaron del estante, lo primero que hice fue abrazarla, y de inmediato me puse a pensar en el nombre adecuado para ella.

Fuimos a las atracciones de terror y ella nos acompañó, se asustó con nosotros y sonrió por lo bajo cuando la abrazaba con fuerza en cada susto. Antes de que acabara el día y volviéramos a casa, ella ya tenía nombre y una familia a la que pertenecía y con la que podía platicar, como tanto lo había deseado. Ella es Candy y seguramente aquí sabrás mucho sobre ella.

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