jueves, 9 de enero de 2014

El señor que camina mucho

Cuando nos hablan de la vejez, los primeros pensamientos tienden a ser desalentadores en muchos de los casos; arrugas, canas, falta de energía, de movilidad, asilos, falta de amigos, vivir por costumbre y de los recuerdos, un sin fin de situaciones que asociamos porque las hemos visto en otras personas. Pero, ¿realmente tiene que ser así? ¿qué no deberíamos de elegir lo que nosotros queremos para nuestras vidas? Si lo vemos así, entonces la culpa de dónde o cómo terminemos será completamente nuestra.
Todo esto vino a mi mente cuando puse más atención en un hombre al que no conozco en persona, pero que he visto y se ha ganado el seudónimo "el señor que camina mucho". La primera vez que lo vi iba caminando por una calle empinada con la tranquilidad de quien da un paseo por el parque, cosa que yo no puedo hacer sin terminar jadeando y con sudor en el rostro. A diferencia de los señores de la tercera edad que hay por la zona, él no usa automóvil, ni siquiera bicicleta, él camina a todos lados.
Cuando empecé a poner más atención me di cuenta de lo distinto que es de otros hombres que tal vez con menos años encima, se muestran menos íntegros que nuestro caminante. Porque ellos decidieron entregarse a una rutina que atrofia el cuerpo y limita le mente, en lugar de buscar mantenerse en movimiento y negarse a volverse grises.
De estatura media, ligeramente encorvado, cabello blanco y rosto amable, este hombre me ha dado una lección que tal vez no todos podamos conocer. La humildad va más allá de nuestro comportamiento con los demás, la humildad debe estar presente hasta con uno mismo. Además de que uno puede ayudarse a sí mismo para tener la vida que se desea tener.
Personas como él, ojala hubiera más personas como él.