sábado, 14 de diciembre de 2013

Unas por otras...

A veces me preguntaba por qué no era más caballeroso, por qué me buscaba tanto y trataba de siempre tenerme abrazada, de la mano o sentada en sus piernas, por qué me pedía le cantara canciones, dibujara lo que se me ocurriera o por qué me pedía la cámara y me fotografiaba. Había muchas cosas que no entendía o que pensaba eran algo normal, pero no era así.
Cuando todo acabó esas pequeñas cosas dejaron de tener sentido, incluso las había olvidado y no cruzaban por mi mente. Pero cuando llego alguien más a mi vida, los detalles cobraron importancia. No porque me preocuparan de la noche a la mañana, sino porque me di cuenta de que no era que fuera algo normal, no era una constante en todos. Simplemente era su forma de ser.
Ahora alguien me abre la puerta, me pide que escriba lo que se me dé la gana, me ayuda a cuidar de mi compañerita cuadrupeda, me dice que tome fotografías, que no me asuste si ando sola a menos que me pase algo, que tenga lo que no tuve antes, que duerma temprano, que puedo hacer en mi lo que quiera, que salga con mis amigos, que los demás no valen la pena, me alienta a seguir con ballet.
Antes otra persona me cargaba cada que podía, me pedía que cantara cuanto quisiera, me cuidaba de mi misma, me tomaba fotografías en cada momento que podía, trataba de que no anduviera sola porque sentía que ya me pasaba algo con pisar la calle sin compañía, que aprovechara el hoy sin pensar en más, que me desvelara platicando con él, que no me tatuara ni perforaraque saliéramos con nuestros amigos, que se iría contra quien me lastimara de cualquier manera posible, bailaba conmigo.
Las diferencias pueden no parecer notorias, pero ahí están y cuando lo noté me sentí culpable de haberme dado cuenta. En la vida hay que dejar unas cosas por otras, porque tanto las situaciones como las personas cambian. A veces damos las cosas por hecho cuando no es así, simplemente pueden ser coincidencia o puede que veamos algo que no existe. Sea como sea siempre habrá algo que los haga diferentes, porque cada persona es un mundo, el mundo que eliges para compartir sólo con esa persona.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Felicidad liquida

La danza es algo que difícilmente puede describirse por completo con palabras. El cuerpo lo siente y busca que quien lo vea lo sienta también, la mente sabe que está ahí, aunque no sea la protagonista y el corazón se hincha tanto que parece explotar cuando el estruendo de los aplausos lo acompañan, como si cada uno de éstos fuera un latido. Hola, me llamo Ayla y me gusta bailar.
            El ballet es algo que me ha hecho “sentir” desde la primera vez que tomé clases. Recuerdo a cada profesora y las lecciones que me dieron, cada presentación, pero la que mejores recuerdos me trae es la más reciente. Me presenté junto con mi grupo de ballet en el Centro Cultural de Ciudad Universitaria, en la sala Miguel Covarrubias.
            Todos llegamos temprano, calentamos y nos preparamos para la función. Hacía años desde la última vez que no me presentaba frente a tanta gente. Estaba tan nerviosa, mi boca estaba seca, las manos temblorosas, sentía hormigueo en la nuca, era un completo manojo de nervios.  Pasó el primer grupo, nosotras éramos el cuarto.
            Mientras el tercer grupo se estaba presentando, mis compañeras seguían maquillándose y acomodándose el vestuario, mientras, yo trataba de calmarme, era la primer vez que mi familia estaba presente en una presentación de ballet. No quería fallarles. Un sonido similar a un zumbido me hizo voltear a la puerta del camerino. Era nuestro turno.
            Caminamos a la pierna del teatro (la cortina lateral del escenario) y esperamos a que bajaran el telón. Todos entramos y nos colocamos en nuestras posiciones, asegurándonos de estar a la distancia justa. Poco a poco el telón fue subiendo y, unos segundos antes de que lo hiciera por completo, la música comenzó. Había escuchado esa canción tantas veces antes que no necesitaba ver para saber que todas íbamos a la par. Cuando fue el momento de avanzar no podía ir a ciegas, abrí los ojos y ahí estaba, todo lleno. Las luces eran lo suficientemente fuertes como para apenas dejarme ver las siluetas.
            La descarga de adrenalina se soltó y fue como ver todo en cámara lenta. Ya no sentía nervios ni me temblaban las piernas, ahora me movía como si flotara, sin miedo, sin peso. Sentía tanta felicidad que incluso recordándolo en este momento siento mariposas en el estomago. Bailar me hace sentir libre, como si no existiera nada más a nuestro alrededor, como si pudiera flotar en cualquier momento si salto lo suficientemente alto.
            Cuando todo terminó y la última nota quedó flotando por un par de segundos el silencio era profundo… hasta que se escucharon los aplausos. Eran tan fuertes que por un momento me sentí aturdida. Se apagaron las luces, todo estaba tan oscuro que no podía ver a mis compañeras más cercanas, pero los aplausos continuaron con la misma intensidad.
            Aparecieron las luces de nuevo para que diéramos las gracias y la fuerza con que aplaudían subió aún más. Busqué entre la multitud pero no encontraba a mi familia, los aplausos seguían. La adrenalina comenzaba a ceder y mi cuerpo volvió a la temblorina del principio. Mi boca involuntariamente esbozó una sonrisa que hacía me dolieran las mejillas.
            Por más que lo intenté no pude evitarlo, las lagrimas comenzaban a nublarme la visión. Cuando el telón bajó por completo, todos los cuerpos petrificados que se habían inclinado al son de los aplausos recobraron la vida. Unos saltaron, se tomaron de las manos, se abrazaron, fue una verdadera celebración silenciosa en las que más de uno lloró. Así que no me sentí tan mal cuando no pude contenerlas más y se desbordaron de mis ojos.
            Fuimos al camerino para que pasara el siguiente grupo. Ahí todo estalló en jubilo. Todos esperábamos que con lo perfeccionista que es la profesora, nos dijera  habíamos metido la pata en algo, pero no fue así, nos sorprendió escuchar sus palabras de felicitación a todo el grupo, de verla llorar y decirnos que hacía tiempo no tenía un grupo que “sintiera” la danza con tanta fuerza. Nosotros lo hicimos.
            El arte en la actualidad no es valorado como quisiéramos quienes lo amamos y buscamos ejercerlo. En México la calidad del arte que se desarrolla es de primera, pero no tiene la difusión suficiente. Sin embargo, quienes en verdad amamos lo que hacemos, no lo dejamos a pesar de que la inversión monetaria y de tipo a veces nos consume.


            A pesar del desgaste, de las personas que dicen es una pérdida de tiempo o “primero acaba tu carrera”, de la falta de dinero, de cruzar media ciudad por dos horas de clase, de las lesiones y de las lágrimas de frustración cuando algo no sale como lo esperamos. Todo, absolutamente todo, vale la pena por esos minutos en que soy libre, en que mi corazón flota y me eleva consigo, cuando mis ojos se nublan porque desbordan la felicidad que ya no cabe dentro de mí, una felicidad liquida que me hace sentir...que me libera.



miércoles, 27 de noviembre de 2013

Cuando te vas...

Por las mañanas amanezco sola, bueno, no tan sola: mi pequeño amigo de cuatro patas me acompaña. Pero él no eres tú.
Hoy es distinto. Un extraño y poco agradable acontecimiento me trajo a tu casa. A pasar la noche contigo. Antes de que perdamos el conocimiento te pido me abraces, tu calor me hace sonreír. Entre el vaivén de tu respiración, profunda y pausada, dejo que mi mente divague hasta que llego a un sueño en el que estás tú, esperandome, como si hubieras estado divagando igual que yo.
Sé que es un sueño, pero aun así no pierdo la oportunidad de besarte y decirte lo mucho que te amo. De susurrarte al oído que todo en ti me atrae y me hace feliz, tu sonrisa, tus desacomodados pero tiernos cabellos negros, tus pequeños y profundos ojos, como si pudieras ver dentro de mi alma, esa voz gruesa y sobre todo, esa forma de decir mi nombre (exceptuando cuando lo dices molesto).
Poco a poco los bordes comienzan a hacerse borrosos y tu figura se vuelve difusa. ¿Dónde estás? Conforme abro los ojos te veo junto a mi, en una cama que gracias a su estreches me permite sentirte a mi lado. Me acerco y te rodeo con mi brazo, te digo 'te amo' y trato de volver a mi sueño, nuestro sueño.
Honestamente no recuerdo el último sueño, supongo no era muy profundo, por eso te escuche, desperte y tú ya estabas levantado, arreglado y a punto de irte. Pero algo te faltaba, los lentes que necesitas pero que no siempre usas. Ves que desperté y te acercas para arroparme y besarme. Me pregunto si aunque tuvieras tus lentes habrías subido a despedirte. No importa, el hecho es que estás aquí. Te tomo de la mano, no quiero que te alejes, sé que es por poco tiempo, pero aun así me gustaría te acostaras a mi lado y me abrazaras. Te despides con un 'en un rato vuelvo' y me dices 'te amo' mientras cruzas la puerta.
Apenas te vas mi pequeño cuadrúpedo comienza a andar de aquí a allá, me recuerda a los guardias cuando van de un lado al otro vigilando nadie se acerque. Estiro la mano, tomo el telefono y comienzo a escribir porque me lo pediste hace dos días, pero más que escribir, comienzo a extrañarte, como siempre que te vas...

martes, 19 de noviembre de 2013

Letras contadas

Los libros como tal, existen desde tiempos inmemorables, algunos hablan de religión, matemáticas, geometría, animales, ciudades, continentes, culturas, de vidas reales o ficticias, un sinfín de temas que se pueden encontrar entre sus páginas. A veces no tienen el mérito que deberían porque el acercamiento a ellos no siempre es el más bonito o no se le da relevancia, en ocasiones esta aproximación se da por deber o por gusto, en mi caso, fue por necesidad.
La mente es algo maravilloso, poder recordar miles de pequeños momento y detalles que nos remiten a otros hechos sucesivamente hasta no recordar cómo o con qué pensamiento es que se inició esa cadena, es algo que al ser humano se le da bien. Muchas de las veces, estos recuerdos sacan sonrisas, aunque no siempre. Cuando en la vida de una persona no hay suficientes momentos felices, esta cadena de recuerdo puede ser muy corta o volverse algo insoportable.Te preguntarás: "¿por qué me está diciendo esto, no iba a hablar sobre libros?" Pues verás, una cadena de pensamientos es lo que me llevó a los libros.
Antes de aprender a leer aprendí a memorizar, mi madre me leía cuentos antes de dormir y de tanto escucharlos me los memoricé, página por página, esos eran los únicos momentos felices, cuando me olvidaba de lo que ocurría a mi alrededor y me concentraba solamente en las aventuras de Winny Pooh. En el preescolar no enseñaban a leer, eso me lo enseñó mi madre y aprendí bastante rápido.
Generalmente estábamos solas mi mamá y yo, era mejor así, todo era más tranquilo. Pero no siempre me podía llevar a todas las actividades que tenía que realizar. A veces yo me quedaba sola y no tenía qué hacer o con quién jugar. Pasaba gran parte de mi tiempo dibujando y recordando para mí misma los cuentos que había aprendido gracias a mi madre. Recordando las historias con su voz, "leía" las historias pasando las páginas y guiándome con los dibujos. Aunque estarás de acuerdo conmigo en que no cuenta cómo leer si ya te sabes de memoria el texto, así que a falta de libros tuve que tomar otras medidas.
En la casa donde pasé mi niñez había estantes con libros de todo tipo, la mayoría de teología, matemáticas y astronomías, todos de mi abuelo paterno, quien era profesor de matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UNAM, quizá de ahí surgió la idea de entrar en ésta. Ya estaba en la primaria cuando en cada oportunidad iba al librero, tomaba un libro y comenzaba a leer, no importaba mucho que no entendiera lo que estaba pronunciando, me importaba que podía hacerlo (a diferencia de otros compañeros de la escuela que apenas estaban aprendiendo a leer su propio nombre). Me gustaban más los libros sobre fauna silvestre (porque tenía enorme fotografías de los animales e insectos) y un gran libro de cuentos ilustrados de Disney.
Con el tiempo terminé quedándome sin mucho qué leer, por lo que repetía mis favoritos después de acabar las tareas. Cuando comencé a recibir el tan esperado "Domingo", pude ir juntando y comprando libros pequeños que encontraba en el tianguis por 10 pesos. Mis favoritos en ese entonces eran las fábulas y los cuentos infantiles que venían en los libros de texto de la primaria. Conocí desde brujas con verrugas y calderos hasta ratones que huían de las serpientes para no ser devorados.
Tal vez en la vida real los sucesos no eran agradables ni nada de lo que yo esperaba, pero en los libros siempre había sorpresas y algo interesante que ver. Probablemente mi inicio en la lectura no fue por gusto, pero con el paso de las páginas me fui adentrando y maravillando en un mundo distinto. En los libros descubrí mucho de lo que hoy en día aprecio: una buena historia, el imaginar esos escenarios, esas personas o la época en que se desarrolla. Conforme fui avanzando escolarmente las lecturas fueron complicándose y multiplicándose, pero no han dejado de ser importantes en mi vida.
No puedo pensar en una época de mi vida en la que no haya tenido un libro presente, aunque debo admitir que en bachillerato fue cuando leí más libros por gusto, desde historias sobre mazones hasta sagas que me dieron horas de entretenimiento. Estoy segura de que esto se debió a que no necesitaba leer, ya no vivíamos con mi padre y era completamente por gusto. Actualmente puedo decir que no me interesa sólo el final del libro, sino que me llama la atención la forma en que esta´compuesto, los giros de la historia que cambia por completo lo que en algún momento pensé ocurriría.
Si no eres asiduo a la lectura, tal vez deberías reconsiderarlo, porque al menos en mi caso (y seguramente en muchos más) me permitió sobrellevar la vida que tenía. Incluso si tienes una vida muy bueno, no está mal salir de "paseo" de vez en cuando, conocer otros lugares, otras vidas y, porque no, identificarse con algún personaje. Encontrar un autor que tenga un estilo que te llame la atención y agrade.
¡Ah!, pero no sólo conocer por conocer, también aprender, leer cosas que terminarán ayudándonos a crecer intelectualmente. Puede que como estudiantes muchas veces digamos "no quiero leer", "está muy aburrido", "es un tema difícil" y de más excusas para no leer, pero les puedo asegurar que sea la lectura que sea, si aprendes algo con ella, habrá valido la pena, porque no fue perder el tiempo, fue aprender algo nuevo.
La lectura deja huella, y leer un texto que hayamos leído cuando éramos más jóvenes no será lo mismo que leerlo ahora, porque así como nosotros crecemos, le damos más o distintos significados a las mismas palabras. ¿Nunca te ha pasado? Si no, bien podrías tratar, te gustará. Los libros son como las personas, van y vienen, pero para conocerlos hay que interactuar con ellos... leerlos.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Héroe nacional

Muchas veces la gente cree que para que una persona sea un personaje digno de mención, debe ser un héroe de guerra, un político o alguien que haya captado la atención de las cámaras o los titulares de un periódico. Para mí no. Un ser humano que provoque admiración, siempre será digno de mención y de ser inmortalizado. Un hombre, padre de 10 hijos que lo visitan cada navidad, sin importar en qué estado de la república se encuentren. Un hombre, digno de mención.
Piel como barro ligeramente cuarteado, no de ese cafesusco, sino ese casi rojo. Ojos pequeños y de color intenso como dos granos de café recién cocidos. Labios delgados y orejas ni muy grandes ni muy pequeñas. Su cabello gris oscuro apenas muestra una que otra beta blanca. A pesar de sus setenta y pocos años, mantiene su cuerpo con fuerza, sobre todo en los brazos. El ejercicio diario le ha ayudado a no perder la fuerza que tuvo desde sus dulces treinta y tantos.
Un hombre de pocas palabras, que prefiere pasar los días en paz, con paseos por la plaza de Ciudad Fernández terminando siempre en la banca del lado izquierdo de la iglesia, con otros hombres de avanzada edad que tienen en común las arrugas de la cara, aunque más marcadas que las de nuestro sujeto. Sus zapatos izquierdos siempre boleados, esperando que los use, aunque siempre utiliza el mismo, su favorito desde hace mucho tiempo.
En su juventud trabajo como transportador de carga y recorrió muchos kilómetros, siempre con su familia en el pensamiento. Responde al nombre de Santana. Hace más de 21 años, él, perdió la pierna derecha debido a que en la planta del pie le apareció un orificio, que poco a poco fue carcomiendo su carne y no hubo más remedio que amputarla. Al principio fue difícil, pero no podía dejarse caer, no en el momento en que estaba por entrar su familia. Alejandrina, su esposa, falleció por un derrame cerebral y su familia lo necesitaba fuerte.
Poco a poco sus ocho hijas y dos hijos fueron haciendo su vida. Tres a Estados Unidos, otro en Ciudad Juárez, una al Distrito Federal, otra a Veracruz y el resto se quedo en San Luis Potosí. Todos hombres y mujeres de bien, fueron bien educados. Siempre le dio lo necesario a su familia. Se dio el tiempo de hablar con ellos, de escucharlos. Se abrió camino con la falta de su pierna y no permitió que eso fuera motivo de lástima.
En el solar (un patio aún más grande que la casa en sí) hay árboles que él mismo sembró. Un higo, un naranjo, limón, mandarinas, un aguacate, un árbol de toronjas y frente a la cocina perejil, cilantro, hierba buena y un poco de romero. Todo cuidado y cosechado por sus manos. Un hombre que no sabe estar sin hacer algo. Madruga y revisa sus plantas, alimenta al enano perro blanco con manchas cafés que puede alcanzar la altura de una persona parada de un solo salto, cuando da lata lo calma de un pequeño muletazo.
Su voz es gruesa, algo rasposa por tanto fumar, aunque es armónica y profunda. Dispuesto a escuchar cuando hay algún problema o cuando simplemente se quiere tener una charla superficial, sólo para escuchar su voz  dejarse ir en el vaivén de los graves que sus palabras generan. Un hombre de pocas palabras, pero cargadas siempre de esa autoridad que dejan los pesares y la pérdida. Un ser que ha pasado tanto sin quejarse, viendo siempre por aquellos a quienes quiere, hijos, nietos y ahora bisnietos.
Un hombre conocido y apreciado por su comunidad por los aportes que ha proporcionado, ya que nunca toma como excusa la falta de su pierna para no hacer algo. Al contrario, demuestra lo que es la fuerza de voluntad y que la falta de algún miembro nunca debe ser motivo de auto menosprecio ni para detenernos, sino que es una prueba que saca el cobre de cada ser.
Este hombre es todo un personaje. En las fotografías siempre sale haciendo caras, siempre está ahí para escuchar, nunca niega un favor, no se auto compadece ni pide para sí lo que él mismo puede hacer. Un hombre con pinta de duro, pero alma de niño y consejos de sabio, un hombre al que siempre admirare y del que siempre encuentro algo nuevo que aprender. Éste hombre... es mi abuelo.

sábado, 13 de abril de 2013

Un Rodrigo...


El primer día de clases con un profesor al que ni siquiera se le ha visto genera siempre expectativa, inclusive cuando sabes que esperar hasta cierto punto, gracias a las recomendaciones y comentarios de los compañeros. Ya pasan de las cuatro de la tarde, tal vez no sea tan estricto con la hora de llegada. Tres jóvenes están al frente. Uno es delgado, moreno, con aspecto desalineado y una sonrisa que deja ver lo simpático que es, una joven de cabello color castaño claro, casi naranja, con una perforación en el labio y vestido corto, pero lo que más llama la atención son sus ojos perfectamente delineados que hace de sus pequeños ojos una reproducción casi perfecta de los de Darla.
Por último, el tercer joven tiene una postura un poco encorvada, tez clara, camisa a cuadros abotonada hasta el penúltimo botón. Lentes de grueso armazón negro. Ojos pequeños pero penetrantes y claros. Cabello quebrado con un corte que acentúa la infancia que aun existe en sus facciones, acompañado de una sonrisa picara que empequeñece aun más los ojos cuando muestra los colmillos. Es él quien se acerca a la puerta y la cierra. Todos comienzan a guardar silencio, al parecer la mayoría ha estado anteriormente con el profesor Rodrigo Martínez, seguro por eso conocen al adjunto.
Sopesaba la posibilidad de salir a comprar unas galletas cuando éste último joven comenzó a hablar. Su voz aunque fuerte y clara, aun tiene tintes de la voz propia de la edad que ostentan los alumnos de los últimos semestres. Pero algo no encajaba, nunca había visto un grupo completo poner tanta atención a un adjunto. Todo tuvo sentido cuando dijo, “y ellos serán mis ayudantes” mientras señalaba a los dos jóvenes que respondían a los nombres de Ponce (que en realidad es su apellido) y Dulce.
Yo esperaba a un hombre de más de 40 años, de traje, pulcro y que tendría cara de la exigencia que tendría para con todos nosotros. No a un hombre que tendría pinta de ser alguien a quien fácilmente confundiría con un alumno de la clase, me sentía como caricatura japonesa con un enorme signo de  interrogación flotando sobre mi cabeza, mientras él prosiguió, explicando cómo sería el ritmo de la clase, los textos, la tolerancia de horario, cuáles serían los lineamientos de los trabajos que se entregarían, etc.
Inicio con la famosa columna, de la que tanto había oído hablar y que ahora podría escuchar, esto me saco de mi confusión. Hablo con tranquilidad y soltura, manejando una cantidad de datos concretos muy amplia, tanto que a diferencia de otros profesores, me obligo a tomar nota de todas y cada unas de las referencias para poder darme una idea a mi misma de cómo es que desenvolvía su discurso.
Al terminar de exponer lo que sería la clase y lo que necesitábamos para la siguiente, nos despidió deseándonos suerte. “Tal vez la voy a necesitar” pensé y salí del salón detrás de la compañera que me había recomendado esa clase. Definitivamente será interesante, muy interesante.

sábado, 23 de febrero de 2013

Bestia involuntaria...

Dentro de cada ser hay una bestia, un ser casi mitológico que desgarra la piel, la carcome y atemoriza a quienes estén cerca. Ver el cambio en tus ojos, en la forma de hablar, el tono de tu voz...
Un recuerdo llega a mi mente. Gritos, sombras, miedo. Por un instante, sólo por un instante eres él, quien me asusta y me hace sentir como un blanco de tiro, indefensa, sin tener a donde correr, mas que hacia mi misma, y me encojo. Esperando que todo pase sin dañarme...o al menos no mucho.
Y así como todo inicio, terminó. Vuelves en ti, Mr. Hyde se ha ido y vuelve la mirada que muestra compasión al ver mi temor. Estira los brazos, pero aunque mi mente dice que no pasa nada, que esta bien, mi cuerpo reacciona y se aleja. De la compasión pasa a la tristeza y el dolor sube hasta sus ojos, sabe lo que ha hecho.
Cuando logro convencer a mi cuerpo de que ha pasado, permito que se acerque y el cálido tacto me rodea, mientras su voz pide disculpas. "Soy una bestia", "involuntariamente" pienso yo, pero no lo suficiente como para que me aleje, se que no quiere que tenga miedo, que me sienta así, sólo se que quien quiere puede, y que su deseo de protegerme, incluso de él mismo sera mayor que sus impulsos.