Puedo apostarles que en algún
momento de sus vidas no han sabido cómo empezar un escrito, ya sea por placer,
de la escuela e incluso del trabajo. Muchas veces tenemos la idea de lo que va
a tratar, pero al momento de querer iniciar y dar el contexto que nos va a
llevar a esa gran idea (al menos para nosotros) pasa que no tenemos ni la menor
idea de cómo hacerlo.
Recuerdo que mi profesor de
Taller de redacción, nos decía que eso de “el mal de la hoja en blanco” no
existía y que solamente eran excusas que dábamos para no forzarnos a escribir. Siempre
fue algo que dudé, porque a cada rato soy víctima del mismo. Así que después de
mucho pensarlo, analizarlo, estudiarlo y una buena cantidad de intentos fallidos, llegué a
una conclusión que estoy dispuesta a sostener.
De acuerdo con mis estudios el mal de la hoja
en blanco sí existe, pero lo que no saben es que en realidad se trata de un
pequeño gusano blanco que está dentro de nuestro cerebro. Generalmente se la
vive paseando por el sistema circulatorio, pero cuando escucha que es momento
de escribir aquello que, para acabarla, han estado aplazando por la indecisión
de no saber sobre qué escribir, decide nadar a toda prisa al cerebro para
dejarlo en blanco.
¿Quieres saber cómo lo hace? Pues
sencillo, resulta que el pequeño enemigo de la escritura, es muy simpático y se
pone a platicar con las neuronas, haciéndolas olvidar el tema sobre el que
querían escribir. Así de simple el portador se queda durante minutos, incluso
horas frente a la hoja o la computadora, sin tener más idea que de su nombre.
Muchos grandes filósofos y
escritores han tenido que lidiar con este conflictivo habitante. No podría
enumerar la cantidad de personas que son atacadas y para nuestra desgracia no
existe una cura como tal, sino que para evitar sus atropellos no nos queda más
que pensar bien lo que queremos decir y tener a la mano donde anotarlo y no
perderle la pista.
Ahora puedes presumir de conocer
el secreto y la verdadera identidad de dicho mal, y sobre todo, sabes que la
única manera de evitarlo es evitando que tus preciadas neuronas se pongan a
platicar. Quisiera ver la cara de mi profesor si yo le contara esta verdad que
acabas de leer, pero seguramente me silenciaria con un discurso completamente
racional que aboliría cualquier argumento pingüinante que tuviera que ofrecer. Me
conformo con que tú, linda personita que me lees lo sepas y dejes de quebrarte
la cabeza preguntándote de dónde viene que no vengan las ideas.
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