lunes, 24 de agosto de 2015

Hoja en blanco, explicación pingüinesca.

Puedo apostarles que en algún momento de sus vidas no han sabido cómo empezar un escrito, ya sea por placer, de la escuela e incluso del trabajo. Muchas veces tenemos la idea de lo que va a tratar, pero al momento de querer iniciar y dar el contexto que nos va a llevar a esa gran idea (al menos para nosotros) pasa que no tenemos ni la menor idea de cómo hacerlo.
Recuerdo que mi profesor de Taller de redacción, nos decía que eso de “el mal de la hoja en blanco” no existía y que solamente eran excusas que dábamos para no forzarnos a escribir. Siempre fue algo que dudé, porque a cada rato soy víctima del mismo. Así que después de mucho pensarlo, analizarlo, estudiarlo y una buena cantidad de intentos fallidos, llegué a una conclusión que estoy dispuesta a sostener.
De acuerdo con mis estudios el mal de la hoja en blanco sí existe, pero lo que no saben es que en realidad se trata de un pequeño gusano blanco que está dentro de nuestro cerebro. Generalmente se la vive paseando por el sistema circulatorio, pero cuando escucha que es momento de escribir aquello que, para acabarla, han estado aplazando por la indecisión de no saber sobre qué escribir, decide nadar a toda prisa al cerebro para dejarlo en blanco.
¿Quieres saber cómo lo hace? Pues sencillo, resulta que el pequeño enemigo de la escritura, es muy simpático y se pone a platicar con las neuronas, haciéndolas olvidar el tema sobre el que querían escribir. Así de simple el portador se queda durante minutos, incluso horas frente a la hoja o la computadora, sin tener más idea que de su nombre.
Muchos grandes filósofos y escritores han tenido que lidiar con este conflictivo habitante. No podría enumerar la cantidad de personas que son atacadas y para nuestra desgracia no existe una cura como tal, sino que para evitar sus atropellos no nos queda más que pensar bien lo que queremos decir y tener a la mano donde anotarlo y no perderle la pista.

Ahora puedes presumir de conocer el secreto y la verdadera identidad de dicho mal, y sobre todo, sabes que la única manera de evitarlo es evitando que tus preciadas neuronas se pongan a platicar. Quisiera ver la cara de mi profesor si yo le contara esta verdad que acabas de leer, pero seguramente me silenciaria con un discurso completamente racional que aboliría cualquier argumento pingüinante que tuviera que ofrecer. Me conformo con que tú, linda personita que me lees lo sepas y dejes de quebrarte la cabeza preguntándote de dónde viene que no vengan las ideas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario